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Pepe Roses Lambourne: Bodegas José L. Ferrer, innovación y arraigo

La cuarta generación de una bodega arraigada a la tierra

¿Cómo surgió tu pasión por el mundo del vino?

La familia fue un punto muy importante. Aunque nunca me lo impusieran, siempre me había sentido atraído por la empresa familiar, fundada por mi bisabuelo en 1931. Cuando eres pequeño es difícil de apreciar, pero con el tiempo empiezas a formar parte de ello. Como representante de la cuarta generación de la familia Ferrer, junto con tu hermana María, ¿recuerdas si hubo un momento preciso en el que identificaste esta vocación relacionada con el negocio familiar? Explícanos cómo lo viviste.

Desde pequeño me gustaba el campo, y acompañar a mi padre a las viñas poco a poco se fue convirtiendo en una forma de vida. Recuerdo los días de vendimia como días de fiesta; todos disfrutaban de traer su uva a la bodega sabiendo que se convertiría en vino. Tractores, remolques, gente, risas, gritos, barullo, nervios… y siempre con la mirada puesta en el cielo, esperando que la lluvia no apareciera en el momento menos oportuno. Para mi hermana María, con quien comparto esta pasión, fue distinto: después de sus estudios empresariales y de trabajar fuera de Mallorca en otras empresas, fue valorando cada vez más el negocio familiar y la isla en general, hasta que a los 29 años volvió a Mallorca para dedicarse de lleno a la bodega.

¿Cómo fuiste desarrollando esa pasión en el curso del tiempo?

Me fui imbuyendo cada vez de la agricultura y del vino. Pero realmente no me di cuenta de lo amplio que es este mundo hasta que cursé mis estudios en el Priorat, una zona impregnada por la cultura del vino que consigue enamorar. Posteriormente, también influyó mi estancia en época de vendimia en una bodega chilena. En el año 2010 me involucré por completo en nuestra bodega familiar.

¿En qué sentido crees que has marcado un punto de inflexión en la trayectoria de las bodegas?

En aportar una nueva filosofía, como recuperar los antiguos depósitos de hormigón de 1931 para la fermentación de nuestros tintos. Creo que buscar la combinación de la tradición y las nuevas tecnologías es la forma de conseguir el mejor producto.

¿Cuáles son los valores y cualidades necesarios para alcanzar la excelencia en el ámbito de la viticultura? Querer la tierra y todo lo que esta aporta. Además del mundo del vino, ¿hubo otros ámbitos que te atrajeran?

Es curioso. Mi hermana María quería ser médico y al final se ha volcado en la gestión de la bodega. Nunca se ha arrepentido de esa decisión. A mí siempre me gustaron el universo de los animales y el de la construcción; me atraía la arquitectura. Pero tengo la suerte de que el mundo del vino me pone en contacto con esos ámbitos, ya que estamos rodeados de naturaleza y siempre tenemos proyectos nuevos entre manos.

¿La viticultura requiere una labor de equipo o también hay una parte solitaria de tu profesión?

Siempre trabajamos en equipo. Tenemos la suerte de que nuestra empresa es como una gran familia. ¿Cómo conociste a Santi Taura?

Sabía de un cocinero joven de Lloseta que empezaba a descollar, y un día tuve la oportunidad de degustar sus creaciones. Además, más adelante su familia se fue involucrado en la distribución de vinos, por lo que ahora tenemos una relación muy estrecha.

¿Cómo definirías tu pasión y razón de ser en tu profesión?

La definiría con todo lo comentado antes. Todo es gracias a la naturaleza y la familia, dos factores que han hecho posible el convertir nuestro fruto en vinos de calidad.

¿En qué te sientes cercano a los valores bulthaup?

Partiendo de que nuestra empresa ya cuenta con 86 años desde su fundación, siempre intentamos adaptarnos a los nuevos tiempos. Aquí se fusiona la tradición con la innovación, algo esencial para mantener o mejorar la calidad de nuestro producto.

¿De qué tradiciones enológicas y gastronómicas sientes que has adoptado elementos?

En nuestra casa siempre se mantuvieron vivos los ritos de la cocina mallorquina. De hecho, mi hermana ayudaba a mi abuela a hacer las empanadas en Pascua; todos participábamos en las matanzas en enero, en la fiesta de la vendimia en septiembre…

En cuando a la tradición enológica, siempre me he inclinado por el mantenimiento del producto local, intentando mantener vivas las variedades autóctonas, un proceso que se está desarrollando con creciente intensidad.

Fotógrafo: Adrian Pedrazas Profumo

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