No products in the cart.
El pianista y compositor Francesco Tristano nació en Luxemburgo en 1981. Estudió en los conservatorios de Luxemburgo, Bruselas, Riga y París antes de graduarse en la prestigiosa Julliard School de Nueva York. Cotizado intérprete de la escena internacional, su inquietud creativa le ha llevado a explorar tanto el mundo de la composición clásica como el de la música electrónica.
En la siguiente conversación, Francesco Tristano, irá transitando por temas tan diversos como la relación entre la inspiración y el instrumento, el paralelismo entre la cocina y la interpretación, el carácter central y magnético de la cocina dentro del espacio doméstico o el ritual de la cocina y su carácter introspectivo, al tiempo que nos hablará de su íntima relación con su cocina bulthaup.
Una pasión temprana
Nunca me pregunté por qué quería ser pianista. Creo que la pregunta simplemente nunca surgió y, para cuando me la planteé, ya era demasiado tarde: de hecho, ya lo estaba tocando, ya estaba al piano haciendo música. Y estaba muy agradecido por ello, porque creo que mucha gente pasa una mala época en su adolescencia por no tener en qué centrarse. En mi caso, todo fue mucho más fácil, porque a la edad de doce años ya tocaba el piano todos los días y sabía que me iba a convertir en músico.
Tocar, cocinar, crecer
Mi madre siempre dice que paso más tiempo en la cocina que en el piano, pero en realidad se trata de lo mismo. Si lo piensas, el piano es un mueble, ¿no?, lo mismo que la cocina. La cocina está compuesta por muebles, está estructurada y realmente no se puede mover. Y, aunque el piano se puede desplazar unos metros aquí y allá, en realidad se trata de un elemento bastante estable dentro de la casa. Yo comencé a tocar en un piano vertical y, en un cierto momento, a los trece o catorce años, pasé al piano de cola. Del mismo modo, hablando de analogías, mis primeras cocinas era de lo más básico, una era un simple hornillo de gas. Recuerdo haber montado una cocina con mi novia de entonces. Los montadores, que eran muy chapuceros, se fueron antes de acabar de montarla y tuvimos que terminarla nosotros mismos. La mejora se produjo hace tres años cuando tuve mi primera bulthaup.
El papel de la cocina en el hogar
Siendo estudiante, vivía en un apartamento pequeño pero acogedor en Nueva York que tenía una pequeña cocina. Solía invitar a mis amigos y llegaba a cocinar para veinte o treinta personas. Hacía comida para todos –pasta, por ejemplo– y me di cuenta de que nadie se quedaba en el resto del apartamento, que todo el mundo se venía a la cocina.
Éramos treinta personas en un espacio diminuto porque era allí donde estaba la fiesta. Me di cuenta de que la cocina era realmente el lugar más importante de la casa. Por eso nunca he entendido por qué la cocina ha de tener paredes: la cocina es la pieza central y no debe estar constreñida por paredes, tiene que ser un espacio abierto. Y eso es lo que hicimos en este piso, en este loft en el que hay muy pocas paredes, a excepción de las cuatro que definen el espacio. Colocamos la cocina en el centro, donde hay mejor luz, y construimos esta isla de tres metros de largo, que se ha convertido en el punto central de encuentro. Todo lo que pasa en la casa sucede alrededor de esta isla.
Un lugar donde reunirse
Yo me crié con mi abuela italiana que se pasaba prácticamente todo el día en la cocina. Y eso solo para preparar la comida normal. Cuando hacía una cena especial, con tortellinis o raviolis, el trabajo era mucho más minucioso y exigía horas y horas de trabajo. Era entonces cuando también venía mi bisabuela, y yo, y todo el mundo. Nos reuníamos todos alrededor de la mesa a hacer tortellinis. Por eso, para mí, es el lugar central de la casa, pero también el sitio donde encuentro tiempo para mí mismo. Por ejemplo, cuando termino de practicar y me tomo un descanso, me voy directamente a la barra, me siento y me hago una taza de café o té. Cuando me pongo a cocinar, me doy cuenta de que es algo parecido a una actuación. Es muy cercano a lo que un bailarín llamaría una coreografía. Uno calcula sus movimientos y los optimiza. Y todo ello acaba por contribuir al sabor. Hay una línea muy difusa entre lo que forma parte del sabor y lo que es periférico. En bulthaup, este aspecto es muy importante, la funcionalidad de cada pequeño detalle; me refiero a los materiales, a la ergonomía de los cajones, por ejemplo. No hace falta aplicar ninguna presión en ningún momento, no hay que hacer ningún esfuerzo. Todo está calculado para que puedas hacer una escultura con lo que cocinas. Y realmente se convierte en una especie de actuación.
La cocina es el lugar central. No solo porque articula todas las demás zonas que la rodean, sino porque atrae de una manera natural a la gente hacia el centro: cuando entras en la casa o cuando sales del estudio y atraviesas el piso, acabas en el centro, que es donde están los fogones y también el punto de luz central. Es un polo que atrae, pero de una manera totalmente natural, sin colores llamativos ni formas agresivas, que se funde en el espacio de una forma bella y discreta. Me recuerda a un jardín japonés, donde no hay nada que realmente llame la atención; funciona a través de los detalles. Es un lugar donde hay que dejar pasar el tiempo y caer en la cuenta de que la mirada se ha fijado en uno u otro objeto. Y creo que este es el caso de nuestra cocina. Allí pasamos el tiempo, sin conciencia de por qué estamos sentados en la barra, simplemente porque emana una energía realmente positiva.
Durante un tiempo me sentí interesado por el aspecto ritual del cocinar y parece que los humanos desarrollaron la idea de cocinar también como algo para disfrutar en grupo, ya fuera en familia o con los amigos. Cuando estoy en mi cocina, amplío ese ritual al acto mismo de cocinar.
Encuentro un gran placer en los pequeños detalles, ya sea en el ángulo de los cajones del b1, en su profundidad o en el material del que están hechos —un material muy resistente, un material que, como en un piano, inspira robustez y estabilidad—, y luego, cuando ya en mi ritual culinario, me dedico a preparar la comida para la gente a la que quiero, tomo conciencia de que toda esa gente se ha reunido naturalmente en la cocina para compartir nuestro mutuo afecto.
Inspiración al piano y en la cocina
La inspiración me parece un concepto sobrevalorado. Por supuesto que, como compositores, queremos sentirnos inspirados, florecemos estando inspirados, pero la verdad es que hay muchos días en que la inspiración no llega fácilmente, porque hay muchas otras cosas en que pensar. Lo que es más importante, lo que necesito para hacer mi trabajo es el instrumento adecuado. Mi instrumento es el piano de cola. Y en la cocina sucede lo mismo; las cosas no surgen necesariamente de una gran inspiración, por ejemplo, al mezclar algunos sabores tailandeses con aceite de oliva y un poco de nori japonés, pero si se tiene el instrumento adecuado —me refiero a los fogones y los utensilios de cocina—, entonces se entra en tema, se empieza a cocinar y acaban por surgir grandes cosas.
Para cocinar, todo momento es bueno
Cualquier momento es bueno para cocinar. A mí me gusta cocinar a horas raras, me encanta levantarme en mitad de la noche —por ejemplo, cuando tengo jet lag— y ponerme a cocinar como un poseso. El otro día, acababa de volver de Japón y a eso de la 5:30 de la mañana me puse a cocinar a toda máquina, y a las seis mi mujer bajaba las escaleras. Fue el mejor momento del día. Toda la casa olía a comida.
Creo que cocino mejor para mí mismo. Por mí mismo y para mí mismo. Hace muchos años, un gran amigo mío y excelente cocinero me hizo una magnífica comida. Fue una comida increíble e inolvidable. Y me di cuenta de que mientras cocinaba, su cara se transformó, parecía como ausente. Resultaba inquietante verlo. No creo que quisiera que yo lo viera así, pero no pudo evitarlo. Se transformó mientras cocinaba. Y eso me hace pensar que los grandes cocineros son gente solitaria. Y puedo entenderlo, porque los pianistas y los compositores somos también muy solitarios. Pasamos mucho tiempo a solas con nosotros mismos, preparándonos para el próximo concierto o el próximo espectáculo. Del mismo modo, los chefs pasan muchas horas solos en la cocina cocinando para ellos mismos. Y tal vez, al cabo de un tiempo, inviten a algunas personas a probar sus nuevas creaciones. Entonces, finalmente, realizan una actuación, la presentación de un nuevo plato en un restaurante o en una feria gastronómica. Por ello creo que el momento solitario de la cocina, cuando estás a solas con tu instrumento —la cocina— y los utensilios es fundamental.
Mi primera comida con bulthaup
La primera vez que usé mi cocina bulthaup, no estaba seguro de si iba a disfrutar de una experiencia culinaria de verdad o si me haría un sándwich, sin más. Así que me fui al mercado y compré unos mariscos, algunas hierbas y unos tomates e hice una gran olla de pasta con marisco. Y básicamente, a la media hora la cocina iba a todo gas y fue como si me bautizara. Estaba bautizando mi ritual de usar mi bulthaup por primera vez. Y desde entonces nunca ha parado de funcionar a todo gas. No hay día en que no toque el piano.
No hay día en que no use mi bulthaup.